Una falsa esperanza [1]
El año era 1985. Volver al Futuro era mi película favorita. Careless Whisper, por Wham y las canciones de Madonna Material Girl, se transmitían por los altoparlantes de mi radio. Mientras cursaba quinto grado, aprendí acerca de los movimientos por los Derechos Civiles en los Estados Unidos de 1960. Aprendí acerca de nuestra historia sobre las leyes Jim Crow, racistas y segregacionistas, a través de los textos, y quedé impresionada por lo inhumanas que eran. Mientras iba creciendo en mis clases, aprendí que el racismo había terminado y que América era ahora el ‘crisol de razas’ en el que todos eran bienvenidos. Esta creencia – la desaparición de la lucha – era un alivio esperanzador. No teníamos que enfrentar nuestro pasado o reconocer nuestros orígenes. En cambio, podíamos acceder al ‘crisol de razas’, absueltos del pasado, y no tener en cuenta las acciones que realizamos para protegernos del trauma intergeneracional de la inmigración voluntaria y forzada.
En los últimos años, por supuesto reconocí que el racismo no había terminado. La idea del crisol de razas no es ni ideal ni posible; ni siquiera deseable. Su mensaje parece ser el de la asimilación; uno debe borrar algo de sí mismo para asimilarse. Sigue existiendo el hecho de que no se puede borrar el pasado, nuestros orígenes culturales, o el constructo social de la raza. Los patrones de discriminación y prejuicios tienen una larga data, y han llevado con frecuencia a mortales consecuencias. Parecería que en la actualidad se puede hablar más abiertamente sobre estas realidades de persistente racismo, luego de un año del asesinato de George Floyd.
Me he vuelto más consciente de las defensas, o de la ‘armadura implícita’ que llevan consigo las personas que no pertenecen a la mayoría. Esta armadura representa tanto nuestro deseo de protección frente a la cultura mayoritaria como el deseo de unirnos a ella. Un colega médico negro que se viste de manera impecable en el trabajo compartía conmigo que lo hace para defenderse. Su traje y corbata inspiran respeto, denotan su status profesional y le proveen una armadura. Esta necesidad fue una revelación para mí.
Mis defensas contraatacan
Hablar de raza suele ser incómodo. Lo es para mí. Para pensar: hemos llegado al cuarto párrafo de este escrito, y todavía no revelé mis antecedentes. Mi nombre traiciona una vaga herencia del Sudeste asiático o ascendencia de Medio Oriente. Específicamente, mis padres son musulmanes del Sud de la India, y yo nací y me crié en los Estados Unidos. Mientras crecía, supuse que no tenía ninguna armadura. Recientemente, comencé a pensar ¿qué es lo que me protege?
Mi padre llegó a los Estados Unidos en 1970. Habla un inglés fluido, pero su lengua materna tiene letras ligeramente diferentes. Las erres y las eles en el inglés con acento Malayalam son variadas – y las dobleves y ve cortas no se distinguen. Cuando era niña, yo no escuchaba un acento en el inglés de mis padres, pero otras personas sí lo hacían. Mi padre decía que colegas de su trabajo no siempre lo entendían. Más tarde decidió que mi hermano y yo debíamos hablar inglés en el hogar, y no aprender Malayalam. ¿El objetivo? Dominar el acento americano.
Por cierto, tengo acento americano (y no hablo ninguna de las lenguas nativas de la India). ¿Mi acento y facilidad con el inglés puede ser un camino para defenderme de ser mal entendida de maneras más significativas que las simplemente prácticas? En otras palabras, si mi acento americano era fácil de entender, tal vez también era una forma de combatir el prejuicio y la discriminación. Aunque tuvo sentido para ellos en su momento, el enfoque de mis padres fue una forma de separarme inexorablemente de su país de origen. Me instalé en un estatus ‘entre’.
Reconozco ahora que otro fragmento de la armadura es la educación. La insistencia de mis padres en lograr una carrera estable (como ingeniería), no era solo tener un ingreso fijo sino un camino para ser igual. En otras palabras, era un camino para llegar a ser más como la mayoría, ser aceptada, sobrevivir e inspirar respeto. Al ser una niña artística, horrorizaba a mis padres con sueños hollywoodenses; temían que yo no fuese aceptada a causa de mi raza. (En cambio, elegí la rama de la medicina más ligada al arte que pude encontrar: psiquiatría psicoanalítica).
Antes de mi formación psicoanalítica, mi defensa siempre era ir hacia adelante; sin pensar en lo que había perdido, o sin apenarme por los cambios en mi vida. Haciendo esto no era capaz de enfrentar quien era. A veces gravitaba hacia la parte más americana de mi identidad, en otros momentos hacia la parte india o musulmana. Era como si tuviese que encarnar una identidad cultural sin poder tener la otra.
Mi formación me permitió ir más lentamente, e integrar el significado de mí misma, que era más complejo pero verdadero. Me permitió aceptar que yo encarno características de múltiples culturas, y ya no traté de rechazar partes de mi misma para adoptar otras partes. Esta integración me permitió tener un sentimiento más sólido de mi self; uno que estaba formado por múltiples culturas. Esta comprensión más compleja no me llevaba a la idea del ‘crisol de razas’, que yo había aprendido de niña.
Estas defensas, que me aseguran que hablo inglés con acento americano, que no conozco la lengua materna de mis padres, y que priorizan una carrera académica, están en fuerte contraste con las anteriores generaciones de mujeres en mi familia. Aunque debería estar más asimilada aquí debido a mis elecciones, llegué a ser muy diferente de mi familia en India. Para estar y triunfar dentro de la cultura mayoritaria, me volví menos reconocible como parte de mi familia. (Es necesario notar que no todas las generaciones de inmigrantes eligieron las mismas defensas, los niños emigrados de la India en 1970 se alinearían menos con sus padres, que sus hijos con ellos).
La fuerza despierta
Dentro de la profesión del psicoanálisis han comenzado conversaciones, tanto nacional como globalmente, algunas incómodas y otras conmovedoras, acerca del reconocimiento de la herencia de cada uno y cómo nos reconocemos entre nosotros. Parece que hay un aspecto implícito dentro de todos nosotros, ya seamos de culturas mayoritarias o de sub-culturas minoritarias. Las armaduras implícitas parecen funcionar en individuos y grupos de todas las sub-culturas minoritarias: son formas que han creado para tolerar su status de minoridad y protegerse.
Con frecuencia tenemos defensas alrededor de las discusiones sobre la raza. Algunos sienten que podrían ofender a otros, o que podrían hablar con estereotipos sin darse cuenta. Una razón clara para evitar discusiones sobre raza es evitar los sentimientos que pueden surgir. Algunos de estos sentimientos incluyen sorpresa y vergüenza por tener inclinaciones y preocupaciones acerca de que podríamos actuar según estas tendencias que sostenemos.
Por ejemplo, luego de publicar un artículo sobre racismo, los autores descubrieron que aunque habíamos puesto en la lista la profesión de un colaborador, habíamos omitido sin advertirlo las credenciales de la matrícula de uno de los colaboradores negro.
Esto llevó a una discusión en la que emergieron una variedad de reacciones y soluciones propuestas. Algunos encontraron esta discusión incómoda. Otros no tomaron esta omisión de manera seria, porque claramente fue no intencional. Algunos sintieron que la naturaleza inconsciente de la omisión la hacía más notable. ¿Qué decisiones habíamos hecho que eran ampliamente inconscientes? Muchos habían leído el artículo para evaluarlo, y no habían notado el error. ¿Le habíamos quitado sus credenciales al autor, nada menos que en un artículo sobre racismo? ¿Cómo podíamos reparar y dirigir tal omisión? Investigar y asociar a nuestros procesos inconscientes parece esencial.
Conclusión
El concepto de ‘crisol de razas’ ha decaído; en su lugar hay un conjunto de ideas acerca de que las defensas que desarrollamos forman parte de nuestra identidad. Como sociedad, y como profesión, debemos trabajar para ser más sinceros en reconocer nuestra armadura implícita, y encarar las difíciles conversaciones sobre el tema.
[1] Nota del editor: los títulos de las secciones se refieren a los títulos de las películas de la serie
La guerra de las galaxias, con ligeros cambios en la formulación.
Traducción: Irene Cusien