En 2020 Routledge Press publicó Interseccionalidad y psicoanálisis relacional: nuevas perspectivas sobre raza, género y sexualidad. Editado por Max Belkin y Cleonie White, esta colección de artículos forma parte de la serie de Donnel Stern Psicoanálisis en una Nueva Clave. Este libro reúne los escritos que examinan los vínculos entre raza, género y sexualidad a través del doble lente del psicoanálisis relacional y la teoría de la interseccionalidad. En su respaldo, Jessica Benjamin escribió que
este volumen representa un trabajo impresionante de visión, originalidad y profundidad que nos invita a nosotros, los lectores, a sumergirnos en la reflexión vital de cómo somos formados y expresados por lo social en nuestras vidas psíquicas y nuestro trabajo clínico.
El análisis de las similitudes y diferencias ha sido siempre el centro del enfoque psicoanalítico para comprender a los individuos, familias y grupos. Además, para conocer nuestra humanidad compartida, el psicoanálisis relacional enfatizó la variación en las identidades de raza, de género y de sexo. Más aún, existe un interés creciente en explorar en las psicoterapias el rol de las diferencias de género, sexuales y raciales. Sin embargo, pocos psicoanalistas investigaron las interacciones entre género, sexualidad y raza desde la perspectiva de la interseccionalidad.
Al mismo tiempo, las teorías críticas de la raza, el feminismo y los estudios queer examinaron las prácticas culturales que sostienen desigualdades basadas en la raza, género y orientación sexual. Mientras se basaban en los trabajos de Freud, Klein, Lacan y Laplanche, pocos estudios de la interseccionalidad emplearon los conceptos de la escuela psicoanalítica relacional. Como resultado, hay actualmente una carencia de sinergia entre el psicoanálisis relacional y los enfoques de la interseccionalidad sobre raza, sexualidad y género.
En este volumen editado los autores presentes sostienen que el psicoanálisis relacional ofrece diversas perspectivas importantes de los vínculos entre género, sexualidad y raza. Primero, con su foco en la función de las experiencias traumáticas en el desarrollo humano, el psicoanálisis relacional pone de manifiesto los efectos de las micro agresiones, micro invalidaciones y micro insultos orientados a las minorías raciales y sexuales y a las mujeres. Segundo, diseñando las nociones de estados múltiples del yo y de disociación, los analistas relacionales estudian las experiencias de género, raciales y sexuales de las personas en el contexto de sus relaciones personales y profesionales. Finalmente, la perspectiva relacional ayuda a los clínicos a reflexionar sobre las similitudes y diferencias de género, sexuales y raciales en el consultorio de psicoterapia. Para cumplir con estas metas, los psicoanalistas relacionales necesitan los enfoques de raza, género y sexualidad desde el ventajoso punto de vista de la interseccionalidad.
Desde 1980, Crenshaw (1989, 1991), un prominente investigador jurídico y activista, hizo importantes contribuciones tanto al feminismo como a la teoría racial crítica centrándose en el entrecruzamiento del sexismo y el racismo en las vidas profesionales y personales de las mujeres de color en los Estados Unidos. Por ejemplo, en 1989 Crenshaw criticó las leyes antidiscriminación existentes por su falla en el reconocimiento de los efectos acumulativos de género y raza basados en la opresión laboral de las mujeres afroamericanas. En particular, la ley que considera a las mujeres negras como similares ya sea a los hombres negros o a las mujeres blancas, por lo tanto desestimando las experiencias específicas de marginalización de las mujeres negras. En contraste, el análisis interseccional de casos legales de discriminación en el trabajo reveló que muchas mujeres negras fueron excluidas de la fuerza de trabajo ‘de ambas maneras: como mujeres que son negras y como negras que son mujeres (2013, p. 790).’ Durante los últimos treinta años el concepto de Crenshaw de interseccionalidad inspiró un amplio movimiento contra la discriminación de género, racial y sexual en los lugares de trabajo, vivienda y el sistema legal.
Basados en la perspectiva de Crenshaw, los estudiosos contemporáneos de la interseccionalidad examinaron cómo la raza, el género y la sexualidad de las personas se influyen unos a otros en las prácticas sociales ubicadas históricamente. El abordaje interseccional de cómo la raza, el género y la sexualidad supeditaron histórica y culturalmente la creación de la identidad ha abierto la puerta a la exploración de cómo nuestras nociones de heterosexualidad y homosexualidad, masculinidad y feminidad pueden comunicarse y configurarse por nuestras cambiantes representaciones de raza. En las palabras de Sumi Cho, Kimberlé Williams Crenchaw y Leslie McCall, (2013)
lo que hace un análisis interseccional – cualquiera sea su campo o disciplina – es la adopción de una forma de pensar interseccional acerca del problema de las similitudes y diferencias y su relación con el poder. Este marco – de concebir categorías no como diferentes sino como impregnadas siempre por otras categorías, fluidas y cambiantes, siempre en proceso de creación y de ser creadas por la dinámica del poder – enfatiza lo que la interseccionalidad hace más que lo que la interseccionalidad es. (p. 795)
Los trabajos presentados en Interseccionalidad y Psicoanálisis relacional analiza el interjuego entre raza, género y orientación sexual en la vida de las personas LGBTQ, inmigrantes y mujeres de color desde las perspectivas combinadas del psicoanálisis relacional y la teoría de la interseccionalidad. En el capítulo Uno, ‘Quién es queer aquí? Intersecciones de raza, género y orientación sexual en psicoterapia,’ Max Belkin explora los intercambios entre un analista hombre, blanco, gay y su paciente mujer heterosexual de color. El capítulo describe el proceso psicoanalítico de moverse más allá de las modalidades disociadas, binarias, de percibirse a sí mismo y a los otros. Este proceso interpersonal implica conocer los aspectos llenos de vergüenza y culpa de las experiencias de privilegio y marginación. El autor afirma que un compromiso lúdico, curioso, de búsqueda en las representaciones puede llevar a la emergencia de un espacio transicional en el cual las similitudes y diferencias entre el género, la raza y la orientación sexual entre paciente y analista pueden ser reconocidas, cuestionadas y tramitadas.
El capítulo dos, ‘Cuidando la brecha: intersecciones entre género, raza y clase en el trabajo con un niño con diferencia de género psicótica,’ de Avgi Saketopoulou, discute el trabajo analítico del autor con un niño queer. Su material clínico ilustra la importancia de pensar interseccionalmente y argumenta sobre la importancia de considerar las interacciones entre clase, raza y género en los ambientes hospitalarios. Teorizando el género como una categoría de la experiencia que puede ser adecuada a múltiples fines psíquicos, el autor se centra en cómo la raza y la clase están interrelacionadas con el género. Plantea que adoptar un enfoque interseccional para pensar cómo una categoría identitaria puede exagerar otras puede ayudarnos a navegar el espacio entre patología y diferencia.
Hannah Pocock, en el capítulo tres, ‘Yoes (selves) subordinados: Integrando la opresión interseccional y la mente inconsciente en el discurso de la prostitución,’ aporta la teoría interseccional a la conversación con el pensamiento del psicoanálisis relacional para examinar cómo la imbricación de las opresiones de raza, clase y género moldea y sostiene el comercio de la explotación sexual de las mujeres. El autor reduce la brecha entre los análisis estructural e intrapsíquico de la prostitución y resalta la interacción entre la opresión estructural y los procesos intrapsíquicos que es la fuente que multiplica la marginalización de las mujeres en la prostitución. En especial, impugna la noción general del tema de ‘trabajadora sexual’ y examina cómo la perpetuación de esta narrativa obscurece los aspectos profundamente raciales y clasistas de la explotación sexual comercial. Más aún, Pocock aclara las formas en las cuales el pensamiento relacional actual, junto con el análisis interseccional, advierte sobre los matices de las conceptualizaciones teóricas de las mujeres prostituidas que buscan tratamiento, y los enfoques psicoterapéuticos que honran las experiencias de opresión de las mujeres, la subordinación internalizada y los traumas complejos.
En el capítulo cuatro, ‘Memorias en la piel: sobre raza, amor y pérdida,’ Sue Grand sostiene que la predominancia de las violaciones de las mujeres esclavas afroamericanas por sus amos fue interseccional en su núcleo: codicia, racismo y sexismo dieron forma a los orígenes mismos de la economía de los Estados Unidos, construyendo un sistema de clases que continúa siendo caracterizado tanto por el racismo como por el sexismo. De acuerdo con Grand, mientras esta historia está escrita en la piel de los analistas de los Estados Unidos no ha penetrado la teoría, práctica y consciencia psicoanalíticas. El capítulo rastrea los efectos transgeneracionales de esta explotación a través de un análisis íntimo e interseccional, en el cual la autora, una paciente rusa-judía es tratada por un analista descendiente afroamericano de piel clara. En la transferencia, surge la historia de la esclavitud: la blancura aparente del analista resuena con la violación en la plantación. La culpa racial y el conflicto se entretejen a través de las cuestiones de género y clase. Este entrecruzamiento se trabaja a través de los temas de pérdida, separación forzada y el racismo internalizado.
El capítulo cinco, ‘Interseccionalidad en el contexto inmigrante’, de Pratyusha Tummala-Narra, describe las intersecciones entre las experiencias intrapsíquicas e interpersonales de los inmigrantes y sus hijos. La autora sostiene que el duelo de la pérdida asociada con la inmigración está íntimamente conectada con las intersecciones de múltiples lugares sociales e identidades, privilegio y marginación, en los contextos de previos y posteriores a la inmigración. Este capítulo destaca la importancia del reconocimiento de ambos procesos: el sociopolítico y el inconsciente que subyacen a las complejas identificaciones concernientes al género, la raza y la sexualidad.
En el capítulo seis, ‘Extraños en el paraíso: Trevor, Marley y Yo: la música reggae y el extranjero,’ Cleonie White examina las formas en las cuales el analista y el paciente gestionan las experiencias de alteridad en un país extranjero. Así como con los espacios relacionales, el constructo ‘inmigrante’ se posiciona como una cosa en sí misma – un espacio transicional – en el cual la otredad debe ser interrogada. Se aborda el trabajo de cruzar las fronteras en las intersecciones de raza, cuando dos jamaiquinos, entregados al poder de la música Reggae, se comprometen con el psicoanálisis y el diálogo socio-político.
El capítulo siete, por Lynne Layton, ‘interseccionalidad, proceso normativo inconsciente y normas de diferenciación’, describe las formas en las cuales la convergencia simultánea de las opresiones locales y globales son vividas subjetiva y relacionalmente en la clínica. El autor articula el análisis interseccional con su concepto de proceso normativo inconsciente, que se centra en las formas en las que los clínicos y los pacientes inconscientemente reproducen en su trabajo la convergencia simultánea de las opresiones.
En el capítulo ocho, ‘La Interseccionalidad descubre a Laplanche: modelos de otredad y la incomprensibilidad de la perpretación’ Julie Leavitt y Adrienne Harris examinan cómo el concepto de interseccionalidad introduce la conscientización de la perpretación y la diferencia. Más aún, el capítulo entrelaza las ideas de la interseccionalidad de Crenshaw con el modelo de Laplanche, en el que las relaciones interpersonales dan origen a diferentes aspectos de la subjetividad: género, deseo sexual, identidad de raza, clase y formación cultural y los marcadores históricos de trauma. Para ilustrar estas ideas, los autores analizan ejemplos clínicos que incluyen pacientes mujeres blancas cuya blancura se entrecruza con su género y sexualidad, mientras al mismo tiempo obscurece los efectos de su privilegio blanco.
Finalmente, el capítulo nueve, ‘Interseccionalidad: de la política a la identidad,’ de Neil Altman, traza una distinción entre la forma en que están estructurados en el lenguaje lo racial, el género y la orientación sexual y la forma en que son vividos. De manera particular, Altman plantea que cuando la raza, el género y la orientación sexual son vistas como categorías aisladas y polarizadas de la identidad, se convierten en estereotipos y fracasan en hacer justicia a la complejidad de la experiencia vivida. De hecho, argumenta que la ubicación de una persona en la continuidad de la raza, el género y la orientación sexual cambió a lo largo del tiempo junto con las transformaciones en el contexto interpersonal. Cuando la raza, el género y la orientación sexual se entrecruzan, como lo hacen siempre, la complejidad de la experiencia de vida aumenta geométricamente en tanto cada dimensión interactúa con las otras.
Referencias
Cho, S., Crenshaw, K.W., & McCall, L. (2013). Toward a field of intersectionality studies: Theory, applications, and praxis.
Signs, 38(4): 785-810.
Crenshaw, K.W. (1989).
Demarginalizing the intersection of race and sex: A Black feminist critique of antidiscrimination doctrine, feminist theory and antiracist politics. University of Chicago Legal Forum, 139–67.
Crenshaw, K.W. (1991). Mapping the margins: Intersectionality, identity politics, and violence against women of color.
Stanford Law Review 43(6): 1241–99.
Traducido por Silvia M. Koziol