Contribuciones a la comprensión de la violencia en (y de) la comunidad caboverdiana en Portugal.
Sr. Filinto Elísio Correia e Silva
La violencia, en todas sus formas y todos sus contenidos, es un fenómeno antropológico concebido siempre desde la perspectiva humana.
La violencia, en todas sus formas y todos sus contenidos, es un fenómeno antropológico concebido siempre desde la perspectiva humana. Es así como ella tiene causas y consecuencias psicológicas, mentales, físicas, sociales, culturales, económicas, políticas y filosóficas, entre otros varios enfoques desde donde se la puede abordar, (y, en cierta forma), visibilizar. Por consiguiente, aún sin entrar en dinámicas críticas o de valoración resultantes de las circunstancias o de los condicionamientos, se alerta, para no dejar de lado esta cuestión de peso antropológico, en sentido amplio.
Achicando el foco o ensanchando el plano, se pretende en este artículo abordar algunos factores históricos y existenciales, así como los de la cultura y la identidad, que explican (o por lo menos surgen para encarar los análisis) comportamientos y actitudes de violencia de los inmigrantes cabo-verdianos en Portugal. Todo el proceso migratorio comporta múltiples variables, algunas de ellas capaces de bloquear la capacidad adaptativa provocando en los migrantes perturbaciones emocionales. El estrés es la más evidente.
Teniendo conocimiento de que cualquier comunidad de inmigrantes sufre la violencia del estar impuro ("obsceno", literal y presumiblemente "fuera de la escena"), los inmigrantes en los países de acogimiento están, desde el inicio, fuera de lugar y, en la mayoría de los casos, no integrados armoniosamente. Los inmigrantes cabo-verdianos y sus descendientes, pues ya hay segundas y terceras generaciones nacidas en Portugal, no constituyen la excepción, y encajan perfectamente en los segmentos
marginalizados y apartados por la sociedad.
El inmigrante cabo-verdiano es enfrentado, de esta forma, a dos elaboraciones esenciales que giran en torno de la pérdida y el robo, permanente e interactivo, de los referentes culturales y de identidad. Las permanentes mudanzas físicas, ( nuevo medio, nueva habituación), cambios biológicos ( alimentación), cambios sociales y familiares, cambios culturales , políticos y psicológicos ( identidad individual y cultural) provocan frecuentemente desajustes psicosociales y culturales; rotulación y estigmatización.
Por consiguiente, no será casual que la población carcelaria cabo-verdiana tenga una significativa presencia en Portugal, así como un enorme índice de criminalidad, no ausente de casuística. Las estadísticas carcelarias de la Dirección – General de Reinserción y Servicios Carcelarios (DGRSP) relativas al tercer trimestre de 2015 indican que, de un total de 14.237 reclusos, 17,3 por ciento de ellos son extranjeros, siendo las nacionalidades más dominantes los oriundos de Cabo Verde (31,1%), seguido por Brasil (13,7%).
Salta a la vista, al corroborar muchos estudios hechos, que la mayoría de los crímenes por los que están condenados se asocian a tráfico de drogas, asalto a mano armada, peleas entre grupos juveniles rivales y violencia doméstica, cuando no, casos de indocumentados y en situación migratoria irregular, enfrentamientos con la policía y desacato a la autoridad.
La frecuencia estadística de la población carcelaria cabo-verdiana y la tipología de los crímenes que se le adjudican, indican una circunstancia social bien característica y una forma de ser y de estar, en un medio ambiente desviante y disfuncional. Se considera un dato relevante no apurarse en dejar fuera de esta constatación la localización espacial del fenómeno, siendo que gran parte de los casos se dan en la región media de la Gran Lisboa, más precisamente en la Amadora, Buraca, Damaia, Alto de Santa Catarina, Pedreira dos Húngaros y Concelho de Oreiras, así como en la llamada Margem Sul, principalmente en la región de Setúbal, donde existen situaciones de depresión económica y degradación urbana que favorecen estos hechos.
Paralelamente a esto se puede decir que la mayoría de los cabo-verdianos en situación de criminalidad y de violencia responde de hecho a la disfunción social a la que está confinada, sea la condición de pobreza, de vulnerabilidad y de discriminación, sea el desarraigo en relación a sus valores culturales y a los valores culturales del otro, que le son vedados. A despecho del trabajo de las asociaciones comunitarias, de los activistas culturales, de las acciones del Alto Comisariado para las Migraciones y de las políticas sociales y autárquicas de integración multicultural, el perfil tipo del inmigrante violento coincide con aquél desarraigado y excluido, sin éxito económico y sin reconocimiento social.
Entretanto, vale decir que pueden estar inscriptas otras motivaciones que crean precondiciones y propensiones para la violencia y los comportamientos desviados. Y, para atreverse a explorar el laberinto de razones, es prioritario profundizar en el conocimiento de la sociedad matriz y de origen, en sus dinámicas antropológicas, históricas, ambientales, culturales, económicas y otras. Se torna prudente y previsora una luz sobre la dinámica identitaria que produce la psiquis colectiva (y sus desdoblamientos individualizados) de los cabo-verdianos.
¿De dónde viene el cabo-verdiano inmigrante en Portugal? Está claro que hoy él proviene de varios orígenes y no sólo del Archipiélago de Cabo Verde, siendo hoy una Nación constituida por el archipiélago y su diáspora, formada por los cabo-verdianos dispersos en varios rincones del mundo. Dicho esto, se afirma que la mayoría proviene de Cabo Verde, en un flujo migratorio que ocurre, con intensidades intermitentes en flujos altos y bajos, desde el siglo XVI.
Se impone saber más sobre Cabo Verde, que es un pequeño Estado Insular, localizado en la costa Occidental de África, y en el Atlántico Medio, forma parte de la Macaronesia, como los archipiélagos de los Azores, Madeira y Canarias. Su historia comienza en el siglo XV, con el “descubrimiento de las islas” por los portugueses y el subsiguiente poblamiento de europeos y africanos, estos últimos en condición de esclavos y de servidumbre, hecho que resultó en uno de los más exitosos fenómenos de mezcla de razas conocido, pero no libre de gran violencia.
Además, Cabo Verde es considerado por los historiadores como la más antigua sociedad nativa y de grupos de nativos del Atlántico, por lo que se desprende que resulta de un cruzamiento muchas veces impuesto y con reglas de dominación del colonizador, generalmente hombre, blanco, propietario y poderoso.
Para muchos, Cabo Verde fue una resultante del asentamiento de varias migraciones, y el cabo-verdiano una resultante inter-racial, intercultural e internacional que se afirma y consolida de ahí en más por la mezcla y la recreación de una cultura propia y sui generis, desde luego y entre otros aspectos, por su propio cuadro mental psicológico y emocional, sin desatender la violencia iniciática.
Con más población fuera que dentro, Cabo Verde es uno de los países con más altas tasas de emigración en todo el mundo. Las estimaciones señalan un millón en la diáspora, siendo decenas de millares en Portugal. “Preguntar a un cabo-verdiano si tiene alguien de la familia viviendo fuera se torna caricaturesco, nos dicen: está claro que toda la gente lo tiene”, escribe Joana Gorjão Rodrigues (2015), en un artículo sobre Cabo Verde, en el Jornal Público.
Lo descriptivo de las varias movilidades en la formación de la sociedad cabo-verdiana, de una antropología constituida por migrantes y, en cierto sentido, fuera del lugar, introduce desde los inicios el concepto diáspora, como algo intrínseco y extrínseco a Cabo Verde. Se indagó siempre sobre lo relativo a la esencia del cabo-verdiano. ¿Qué lo hace progresar y buscar sus formas y modos de ser o estar? Cabo Verde tiene una dispersión archipelágica/insular y una dimensión migrante/diaspórica que lo hace una Nación con una geometría que hoy trasciende al Estado.
Los reflejos de la insularidad y la diasporicidad son residuos determinantes de su forma de ser y de estar en el mundo. El cabo-verdiano, ya en el propio contexto archipelágico, vive bajo la dinámica de los movimientos geográficos, de cariz migratorio y, en muchos casos, enfrentando varios elementos de condicionamiento psicológico, marcados por la pérdida: familia, amistad, posición social y contacto con la comunidad.
Una de las evidencias que salta a la vista es el posicionamiento del ser humano insular y diaspórico a las nuevas sociedades de acogida, ya que implica la exégesis de la comprensión mutua y de comprensión mutua, no siempre posible en condiciones de desigualdad.
El enfoque también debe recaer sobre el factor cultural, más precisamente la forma de vida que se refleja en el cuadro lingüístico (en el caso de Cabo Verde, en su complejidad del bilingüismo), como elementos de su universo, corolario de una Nación mestiza, insular y de diáspora y de la necesidad de administrar su doble identidad lingüística en una sociedad de acogida como Portugal.
Requiere también conocer la relación conflictiva, casi de dos lenguas, que enfrenta el ser cabo-verdiano frente a su doble condición de migrante (en el universo inter-islas y en el universo global), así como la estructuración de su psiquismo frente a sus desafíos culturales. El aislamiento migratorio tiene una incidencia extremadamente disruptiva en el proceso de desarrollo psíquico y socioeconómico de la mayoría de los cabo-verdianos en Portugal.
Las dinámicas resultantes del cambio y del intercambio de las formas de permanencia, de la movilidad y nomadismo, en sus contrapuntos de aislamiento, distanciamiento y apartamiento, así como de arraigo o desarraigo (tanto en relación a la pequeñez de las islas como de sus comunidades-gueto dispersas por el mundo), son el punto nodal de las varias formas de resistencia (cultural, económica, social y psicológica) que son, a fin de cuentas, fenómenos de la re-existencia cabo-verdiana.
Con todo, no todas las puertas están cerradas. Ni las mentes. Los cabo-verdianos tienden a no posicionarse como “parte anexa” sino como parte integrante de la sociedad portuguesa, sin perder su identidad y su “cabo-verdianidad”. El modo como los cabo-verdianos se conectan y se interconectan, a pesar de todo lo conflictivo, deja espacio a la cosmovisión y a la re-existencia cabo-verdiana en diálogo con otros segmentos de la sociedad portuguesa.
A pesar de tantas tensiones, el cabo-verdiano consiguió, aunque de forma lenta y debilitada, encontrar estrategias de resiliencia y adaptación que le permitieran minimizar los efectos negativos de la insularidad/diasporicidad y aprovechar aquellos que constituyen oportunidades de sublimación de su violencia, con trazos que reconfirman la raíz antropológica y concebida siempre desde la perspectiva humana (y humanista).
Traducción
María M. Levi