Terrorismo en Orlando. ¿Cómo podemos los analistas confrontar el terrorismo dirigido hacia individuo

Dr. Ethan M. Grumbach
 Dr. Susan McNamara
 

En 2014, el número total de muertos causados por el terrorismo en el mundo se incrementó en un 80% respecto del año anterior.

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En 2014, el número total de muertos causados por el terrorismo en el mundo se incrementó en un 80% respecto del año anterior. Se trata del mayor crecimiento anual en quince años. Luego de un pequeño descenso en 2015, los atentados terroristas se hallan nuevamente en aumento en 2016. Los atentados en gran escala coordinados por grupos terroristas internacionales (como el del 11 de septiembre de 2001 y los recientes ataques sangrientos en París, el norte de Irak, Estambul y Siria) reciben una cantidad desproporcionada de atención por parte de los medios. Sin embargo, los llamados lobos solitarios – individuos o pequeños grupos que actúan sin la ayuda de una organización más amplia – son los responsables del 70% de las muertes por terrorismo en Occidente.

            El 12 de junio de 2016, un hombre de veintinueve años mató a cuarenta y nueve personas e hirió a otras cincuenta y tres en un atentado terrorista/delito motivado por el odio en Pulse, un club para público gay en la ciudad de Orlando, en el estado de Florida en Estados Unidos. El club había organizado una Noche Latina, y la mayoría de las víctimas eran hispanas. Se trató del tiroteo ejecutado por un único tirador más cruento de la historia de Estados Unidos, el incidente de violencia contra el público LGBT más letal y el atentado terrorista más grave ocurrido en Estados Unidos desde el 11 de septiembre de 2001.

Muchas veces nos enfrentamos con noticias sobre hechos violentos, tanto en nuestra vida privada como en el ámbito de trabajo. Esos momentos se ven potenciados por el espíritu de época, ya que hoy en día “la ignorancia se ha convertido en una negativa (convertida en arma) a aceptar la violencia del pasado, y se deleita en una cultura de espectáculos mediáticos en la cual los temas de interés público se convierten en obsesiones privadas, objeto de consumo y entretenimiento fatuo”  (Evans & Giroux, 2016, s/p). Cuando la violencia está dirigida hacia individuos LGBTQ, es muy fácil olvidar el contexto de luchas, privaciones y violencia en el que estos individuos han vivido y siguen viviendo.

La Coalición Nacional de Programas Anti-Violencia en los Estados Unidos informaron que el año 2015 presentó los niveles más altos de violencia contra la comunidad LGBT desde 2011, y las víctimas más frecuentes fueron las mujeres trans de color. Se trata del número más alto que se haya registrado hasta ahora. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos documentó setecientos setenta asesinatos y ataques violentos graves contra personas LGBT entre el 1º de enero de 2013 y el 31 de marzo de 2014, incluyendo quinientos noventa y cuatro asesinatos de personas LGBT en Brasil, vinculados con delitos motivados por el prejuicio.

¿Qué podemos hacer, en nuestra condición de psicoanalistas, para ayudar a entender esta violencia dirigida hacia personas LGBTQ? Creemos que nuestra propia subjetividad como instrumento analítico es útil e importante para ayudar a los individuos, familias y comunidades que confrontan estos momentos de salvajismo atroz.

Imagínense que abren la puerta de su consultorio y su paciente entra como una tromba. Empieza a hablar antes de sentarse, expresando su desesperación por el atentado terrorista que ocurrió el día anterior. Dice que habló por teléfono con una amiga que estaba allí, quien lo llamó mientras trataba de esconderse en un armario para evitar que le dispararan. Detalla la agonía que sintió al no poder hacer nada para ayudarla, mientras escuchaba las balas, los gemidos de los heridos y el pánico de su amiga, que pensó que se iba a morir. Ésta sobrevivió ilesa la dura experiencia, pero ahora está conmovida y sumamente traumatizada. El paciente no puede ofrecerle ayuda inmediata debido a la distancia, pero está tratando de ver si él u otros amigos podrían viajar lo antes posible para ofrecerle su apoyo. Cuando recibimos este tipo de comunicaciones de nuestros paciente, mantener la calma es un desafío.
Como Bion afirma en su ensayo "Ataques al vínculo" (1959), cuando se destruye un vínculo, no es posible reunir a los dos objetos de manera productiva. Los vínculos se fragmentan y son proyectados mediante una expulsión que hace que, a menudo, el o la analista que los recibe se sienta abrumada. Cuando los pacientes traumatizados traen material tan en crudo a la sesión, su analista tiene que esforzarse por mantenerse presente sin recurrir a nociones preconcebidas, y por seguir estando disponible y abierto a recibir y explorar el significado que tienen esos acontecimientos para este individuo en particular. Puede ser sumamente tentador apurarse a razonar o explicar, eludiendo la posibilidad de explorar y preguntarse juntos y, así, mantener lo que Bion describe como una relación creativa, en la que se utiliza la comunicación verbal y la experiencia psicoanalítica para establecer un vínculo con el o la paciente.   

Es fácil pasar por alto la importancia de clubes para público gay como Pulse, que brindan una vivencia de comunidad y pertenencia a las personas LGBTQ. Para muchas de ellas, Pulse era un lugar particularmente seguro donde explorar su sexualidad y su género en la penumbra, sin miedo a ser identificadas como LGBTQ. Los que murieron eran muy jóvenes: la edad promedio era veintinueve, y la persona más joven tenía dieciocho. Los expertos han señalado que estos clubes son distintos de, por ejemplo, las Alianzas Gays-Heterosexuales de las universidades. Las reuniones de esas agrupaciones se realizan a la luz del día, a menudo en lugares donde la gente teme ser reconocida y discriminada. Pulse no era sólo un lugar donde bailar y divertirse; allí la gente podía encontrar una comunidad cuando se la excluía o atacaba en otros espacios. Con frecuencia, es fácil pasar por alto el gran valor que tiene para individuos LGBTQ contar con espacios protegidos y acogedores.

Mucha gente que fue testigo del tiroteo de Orlando, o que tenía familia o amigos involucrados, tiene dificultades para controlar sus sentimientos. Esto fue, quizá, particularmente difícil para los que sólo se enteraron de que su pariente, colega o amigo era gay después de su muerte, algo que recuerda a la era del SIDA. Poco después del ataque, podía verse en Internet el rodaje sin editar de las cámaras de video instaladas dentro de Pulse. ¿Cómo miramos? ¿Cómo escuchamos?

En el caso del tiroteo de Orlando, tenemos que estudiar el terrorismo específicamente en relación con las personas LGBTQ, teniendo en cuenta que, según la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la violencia contra personas LGBT motivada por el odio es generalizada, brutal y, a menudo, perpetrada con impunidad. Las personas LGBT e intersexuales también son víctimas de torturas y maltrato, incluso cuando están detenidas o internadas en clínicas y hospitales. En setenta y seis países del mundo, ser gay, lesbiana, bisexual o transgénero es ilegal y, en al menos cinco países, se lo considera un delito punible de muerte. Ha habido avances, pero también reacciones negativas en contra de dichos avances.

El término “homofobia” es inadecuado para describir este fenómeno: no hace referencia alguna al sistema que engendra la violencia anti-gay. Según Kilhefner, el uso de la palabra homofobia “no dice nada acerca de la superestructura cultural, religiosa e intelectual dominante, que apoya una ideología de superioridad heterosexual” (Kilhefner 2016, s/p). Este autor propone reemplazar "homofobia" por "hetero-supremacía", ya que los heterosexuales crearon una categoría de personas inferiores a quienes tratar con brutalidad. Tanto los actos de carnicería individual como los de terrorismo patrocinado por el Estado contra las personas LGBTQ son motivados por esta ideología.

Las condiciones sociales, educativas y políticas, profundamente arraigadas, que promueven la supremacía heterosexual permiten que el odio, el racismo y el prejuicio se conviertan en los discursos dominantes de la sociedad. Incluso dentro de nuestro mundo psicoanalítico surgen comentarios, ideas y acciones motivados por la ideología de hetero-supremacía que, en general, no se reconocen ni admiten, lo cual impacta negativamente sobre la evolución de nuestra comprensión del género y de la sexualidad. Esta ideología es esencialmente irrespetuosa de los pacientes, candidatos y analistas LGBTQ, y los perjudica grandemente.

El psicoanálisis es la disciplina "con más experiencia en el arte de la incertidumbre" (Goldner, 1991, p. 251); fomenta el escepticismo acerca del que sabe y de lo sabido, y elabora sentidos multidimensionales en lugar de una verdad definitiva. Sin embargo, el método y las creencias radicalmente perturbadores de Freud se basaban en presunciones misóginas y normativas. Su tesis incluía los siguientes elementos interrelacionados: "la derogación de la feminidad, la dominación normativa de la heterosexualidad y la división dicotómica del género” (ibid., p. 252). Goldner cuestiona firmemente todos estos aspectos, en particular, el presupuesto de que es posible o, incluso, deseable lograr una identidad de género internamente coherente. Argumenta que "la coherencia, consistencia, conformidad e identidad del género son ideales normativos, impuestos culturalmente, que el psicoanálisis ha absorbido acríticamente" (ibid., p. 249). Como resultado, surgen paradojas psicológicas características del doble mensaje.

Dentro del discurso psicoanalítico convencional, el cuestionamiento del género como sistema binario y de la heterosexualidad compulsiva sigue siendo ignorado y pasado por alto de manera fundamental. Así, “porque ciertos tipos de 'identidades de género' no se ajustan a esas normas de inteligibilidad cultural, dichas identidades aparecen sólo como fallas en el desarrollo o imposibilidades lógicas" (Butler, 2007, p. 54), y "las personas sólo se hacen inteligibles cuando poseen un género que se ajusta a normas reconocibles de inteligibilidad de género" (Butler, 2007, p. 70-1).

Fundamentalmente, cuando el género constituye una designación psíquica y cultural de las personas que anula las tendencias que se le oponen, se convierte en un sistema universal de falso sí-mismo que se ajusta a la regla del género binario y de la consiguiente heterosexualidad normativa. El género, entonces, funciona "mágicamente" como un marco ideológico y psíquico para escindir estados mentales. Se trata de un uso defensivo de dicha categoría como marca de diferencia. "Al explotar y amplificar las distinciones de género, podemos organizar, simplificar y racionalizar conflictos y dilemas relacionales en términos de categorías y jerarquías de género" (Goldner 1991, p. 266), con lo cual las expectativas fundamentales de comportamiento, incluyendo la sexualidad, son moldeadas por las fantasías culturales acerca de la masculinidad y la feminidad. De este modo, "las contradicciones inherentes a la lógica conflictiva de estas construcciones de género crean paradojas en todos los niveles de organización psíquica y familiar” (Goldner 1991, p. 267).

Se establece, así, un contexto de mandato con doble mensaje: "El niño debe adaptarse a estos términos imposibles mediante actos de 'violencia' interna hacia su sí-mismo. Al hacerlo, la complejidad relacional de su mundo interno se fragmenta, y la ambivalencia da lugar a la escisión y a operaciones de falso sí-mismo" (Goldner 1991, p. 268). En última instancia, la heterosexualidad compulsiva y la explotación de las distinciones de género en la lucha por el poder político y social producen "relaciones insostenibles y escisiones psíquicas infranqueables", que dañan el espíritu humano en todos nosotros y conducen a la supremacía heterosexual y a la racionalización de la violencia hacia personas LGBTQ e, incluso, a su muerte.

Como analistas, tenemos la oportunidad de aportar a nuestra tarea nuestra profunda comprensión de la dinámica del trauma, el terror, la vergüenza y la humillación. Si bien pueden parecer algo corriente y parte de nuestro compromiso diario en nuestra práctica, las profundas implicancias de lo que se siente cuando otra persona nos escucha son fácilmente pasadas por alto. En un contexto de violencia como el tiroteo de Orlando, los individuos LGBTQ, que han sido convertidos en chivos emisarios y objeto de burla y escarnio (avergonzados y humillados repetidamente durante toda su vida), pueden tener reacciones intensas y sufrir una reedición de su trauma. El imperativo de encontrar explicaciones, culpar y denigrar crea aún más trauma para los sobrevivientes, sus familias y la comunidad LGBTQ. Algunos líderes religiosos justificaron la conducta del asesino, burlándose de los muertos y sus sobrevivientes. En las redes sociales se expresó apoyo al ataque. Algunos líderes políticos en los Estados Unidos lo condenaron, pero sin mencionar que el lugar era un club para público gay.

El psicoanálisis recién está empezando a reconocer el impacto producido por décadas de impedir que las personas LGBTQ se formaran como analistas, se incorporaran a la comunidad analítica o participaran en encuentros profesionales como colegas. El presidente de la API, Stefano Bolognini, se refirió a esta historia de prejuicio en una entrevista reciente. Bolognini anunció dos nuevas iniciativas de esa institución: la formación de un nuevo comité, el Comité de Estudios de Diversidad Sexual y de Género de la API, cuyo objetivo es promover y organizar investigaciones y estudios sobre el género y la sexualidad con una actitud abierta y sin prejuicios, y el Premio Elizabeth Young-Bruehl sobre Prejuicio, cuyos propósitos son aumentar la conciencia acerca de la necesidad de entender los distintos tipos de prejuicio que existen dentro del psicoanálisis y honrar el trabajo de la Dra. Elizabeth Young-Bruehl.
En la medida en que organizaciones como la API inicien un diálogo sobre el prejuicio y contra la violencia hacia las personas LGBTQ, los analistas LGBTQ podremos aportar nuestra experiencia de trabajo con el trauma y el terrorismo que han afectado permanentemente a las personas LGBTQ en todo el mundo. Los psicoanalistas podemos ofrecer nuestra comprensión y reconocimiento de estas experiencias perturbadoras si nos distanciamos de "la historia y el hábito" ansiosos del psicoanálisis de "reglamentar el género" (Corbett 2011, p. 447) y, en cambio, reconocemos y ayudamos a nuestros pacientes mediante nuestra capacidad de escucha y de convertirnos en testigos de esta inescapable injusticia. 

Bibliografía
 
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Butler, J. (1990). Gender Trouble. Routledge: Nueva York y Londres [El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Traducido por Ma. Antonia Muñoz. Barcelona: Paidós ibérica, 2007].
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