Por primera vez…

Kerry Kelly Novick
 

Al entrar a la sala de reunión en la Clínica Hampstead, donde estaba haciendo mi formación de psicoanalista de niños, encontré a mi venerada supervisora sentada a la mesa en silencio, pálida y tensa..

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Al entrar a la sala de reunión en la Clínica Hampstead, donde estaba haciendo mi formación de psicoanalista de niños, encontré a mi venerada supervisora sentada a la mesa en silencio, pálida y tensa. “¿Qué sucede? ¿Estás bien?”, pregunté. Ella sonrió y respondió: “Sí, es solo que estoy a punto de conocer a un paciente nuevo. Es la primera vez y estoy nerviosa”.

Nuestras primeras experiencias en los comienzos de la formación son importantes. Establecen un tono, sientan las bases de lo que puede devenir una actitud durante toda la vida y nos desafían a definirnos en una identidad psicoanalítica en desarrollo.

Mi sincera supervisora me enseñó en ese momento que mis preocupaciones al conocer a una persona nueva, un extraño cuyo mundo intentaría abarcar, eran legítimas. No existían tan solo en función de mi inexperiencia y no debía intentar disiparlas. Más bien, podía permanecer abierta a lo que se iría desplegando. Ella me ayudó a ver que ambas personas en un encuentro clínico tienen sentimientos, incertidumbres y esperanzas, que nos encontramos en un terreno común, donde intentamos construir una estructura de seguridad desde la cual podemos aventurarnos juntos y explorar lo desconocido.

Adelantémonos un año más – estaba atendiendo mi paciente de 4 años en una habitación en la parte más alta del antiguo edificio de la Clínica. Al final de la sesión, debíamos descender tres pisos de empinadas escaleras para reencontrarnos con su madre en la sala de espera. Automáticamente, le extendí mi mano, y ella la tomó. Un profesor de la Clínica nos vio, y luego me reprochó en la sala de reunión: “No deberías ofrecerle tu mano – eso no es analítico.”

Su declaración me invitó por primera vez a evaluar dicha idea de manera consciente. Hasta ese momento, yo había estado aprendiendo cuanto abarca el psicoanálisis, cuan completamente una descripción metapsicológica incluye fenómenos de múltiples niveles y áreas, cuan sofisticado puede ser nuestro repertorio técnico. Ahora estaba escuchando lo que alguien pensaba que debía estar excluido, y me resultó profundamente incómodo.

Al principio me sentí molesta, ya que la observación del profesor me pareció de algún modo desproporcionada al contexto. Luego sentí ansiedad, y posiblemente desconfianza de mi misma – después de todo, yo solo era una estudiante de 24 años de edad y ¿que sabía yo de lo que era o no era “analítico”? Aquí estaba yo, realizando mi formación en una meca del psicoanálisis, donde con seguridad sabían todo lo que había que saber.

Pero ese malestar interno era una señal importante que me hizo observar realmente mi identidad de analista en desarrollo. ¿Cómo iba a ser mi psicoanálisis? Había comenzado la interminable travesía de autoconocimiento y autodefinición que es parte fundamental de nuestra disciplina, en la cual se respeta la individualidad de cada analista y paciente, y en la cual somos nosotros mismos los instrumentos de trabajo. Mi propia presencia en el análisis es una realidad física, objetiva, práctica, emocional y conceptual. Debía pensar en las complejidades de la realidad en mi trabajo.

Primera realidad – mi paciente era una niña pequeña en unas empinadas escaleras y yo era un adulto confiable. Yo creía en ese momento, y aún lo creo, que la tarea del adulto es mantener a todo niño a salvo. Esto es tanto concreto como metafórico. Jack Novick y yo hemos escrito sobre una jerarquía de valores clínicos, en la cual la seguridad es primaria (Novick, K. y Novick, J. 2005 , Novick, J. y Novick, K. 2009 ). En dicha exposición nos comprometemos con nuestra opinión de que no hay tratamiento posible excepto cuando ambas personas puedan crear un ámbito de seguridad emocional. Una de las primeras tareas del analista es comprender las condiciones que el paciente necesita establecer para sentirse seguro. De qué manera estas contribuyen o impiden la confianza en la relación y la capacidad de trabajo conjunto en distintos momentos ocupará gran parte del análisis. Esta era mi segunda realidad.

Observándolo más en profundidad pude tomar consciencia de la poderosa realidad de sus anhelos transferenciales y de mi “respuesta desde el rol” [iii]a sus aspiraciones de una madre confiable y solícita. Estaba aprendiendo acerca de la sobredeterminación de las respuestas del analista – una tercera realidad. A partir de esa comprensión, pude escuchar de otra manera nuestras interacciones y hallar la complejidad de sus muchos sentimientos hacia mí, como también de los míos hacia ella.

Adelantémonos otros quince años. Durante todo ese tiempo yo había ejercido como psicoanalista de niños y adolescentes, trabajando también con los padres pero absteniéndome de atender adultos en análisis porque no había realizado un entrenamiento formal como psicoanalista de adultos. Comencé mi formación en adultos con algunas suposiciones preconscientes no-examinadas, entre ellas la idea recogida de algunos colegas que se dedicaban solo a adultos, que los análisis de los niños y los adultos eran muy diferentes unos de otros, en muchos aspectos. Mi trabajo teórico y mis escritos, sin embargo, generalmente abordaban ideas, dinámicas y técnicas que no se limitaban a ningún grupo etario.

Me resultó curioso, por lo tanto, cuando una de mis primeras pacientes adultas me dijo que ella quería especialmente tratarse conmigo debido a que yo era analista de niños. Ella estaba preocupada por su nivel de enojo con sus hijos y creía que yo iba a poder comprender esas interacciones porque sería capaz de comprender ambos lados. Así comenzamos juntas un viaje revelador que me ofreció una perspectiva mucho más amplia del psicoanálisis.

Por primera vez, pude involucrarme directamente con material intergeneracional, y descubrir que mi técnica no estaba restringida por la edad del paciente. Comencé a pensar en términos de un psicoanálisis, una psicología del desarrollo y funcionamiento del ciclo vital.

Espero que haya más primeras veces por venir.

 

 

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